El tercer desembarco de la travesía capitaneada por Netflix y Marvel Studios ya está con nosotros, dando continuidad a una estrategia a largo plazo que implica la construcción de un reverso urbano al universo a gran escala interconectado que son en este momento las películas de la franquicia. ‘Luke Cage’ sigue la estela iniciada por ‘Daredevil’ y continuada por ‘Jessica Jones’, aportando por el camino sus propios elementos diferenciadores. Analizamos su primera temporada de forma íntegra a continuación.
Quienes como nosotros hayan ya dado cuenta de los trece episodios que componen la primera temporada de ‘Luke Cage’ y que Netflix puso a disposición del espectador el pasado viernes, habrán observado que, si bien sigue los patrones y estándares marcados por sus predecesoras, impone su propio ritmo. Si ‘Daredevil’ y ‘Jessica Jones’ eran productos destinados al consumo inmediato, orquestados a propósito para atrapar al espectador y que entre en la trama con el propósito de devorar capítulos hasta terminar sus respectivas temporadas en dos o tres sentadas, ‘Luke Cage’ apuesta por la paciencia y el desarrollo a fuego lento.
Esto tiene sus pros y sus contras, si bien las primeras temporadas de ‘Daredevil’ y ‘Jessica Jones’ tenían un arranque y una conclusión muy potentes, dejando su tramo medio a su suerte y confiando que el empuje del primero y la atracción del segundo hiciesen su trabajo; ‘Luke Cage’ apuesta por un crescendo narrativo que nos lleva de poco más que presentarnos a los personajes y plantearnos la situación a medio plazo en los primeros cuatro episodios, a desarrollar las bases argumentales en los siguientes cinco y ejecutar con gran fortuna todos sus planes en los últimos cuatro. Se contrapone el efectismo inicial para atraer espectadores, a riesgo de vaciarse demasiado rápido de contenido, al desarrollo lento que lleve en su momento a una explosión controlada de la trama.
Nadie podrá negar que, a pesar de ser una serie de superhéroes, sus primeros episodios no están diseñados para sumergir en esa trama al espectador sino para que este tenga una toma de contacto con Harlem y su vibrante mente colectiva que es la comunidad afroamericana y latina del barrio neoyorquino. Todo con el fin de que, en el momento en el que Pop (Frankie Faison) es asesinado, sintamos como propia la sensación de que lo que era un barrio hasta cierto punto unido ha entrado de lleno en el conflicto callejero y eso nos lleve a la necesidad de que aparezca un hombre que arregle todo el desaguisado en favor de los ciudadanos de Harlem. Literalmente, se nos hace pedir a gritos que ‘Luke Cage’ sea Luke Cage (Mike Colter) hasta que a este se le quitan las cadenas y empieza a repartir.
Tampoco le pasa inadvertido a ningún espectador que, sin llegar a los extremos de ‘The Wire’ con la que se la comparaba aunque ciertamente inspirada por esta, ‘Luke Cage’ bebe directamente de la realidad social a la que la comunidad afroamericana se enfrenta día a día y que cada vez más cruza fronteras a través de los fragmentos de noticiarios que reflejan la tensión de la misma con respecto a los cuerpos de policía. Podría decirse que más que entrar de lleno en el movimiento ‘Black Lives Matter’, que tiene una gran influencia en muchas de las tramas, ofrece un equilibrio entre este punto de vista y el de los policías que tienen que convivir con amenazas diarias y cada vez a mayor escala.
No en vano se ha optado por reconvertir al personaje clásico Misty Knight (Simone Missick) en una detective del NYPD, poniéndola a cargo de seguir el rastro de violencia que el protagonista deja a su paso y que le sitúan al mismo tiempo como amigo del pueblo y enemigo público. Esa dualidad es necesaria para entender la premisa de la serie, en la que ninguno de los lados está equivocado. Tanto la policía tiene motivos para estar en un estado de exceso de alerta y proactividad ante la posibilidad de que cualquier ciudadano anónimo suponga una amenaza letal debido a la proliferación de individuos con poderes, una referencia muy poco velada a la situación real de la policía estadounidense con respecto a los ciudadanos armados; como los ciudadanos tienen derecho, independientemente de su raza o condición, a la presunción de inocencia y a ser tratado de forma justa y ecuánime por las fuerzas del orden.
Esta realidad social ha sido conjugada mediante un proceso de alquimia con los elementos clásicos de un personaje de Marvel Comics: una historia de origen, un enemigo en la sombra y un enfrentamiento final. Puede que la presencia de Luke Cage en ‘Jessica Jones’ convierta a esta serie en una protosecuela de la misma, ya que en cierta medida se continúan algunos planteamientos de la misma y se desarrollan detalles del pasado de personajes que ya hemos visto, pero el estilo y la identidad de la serie es única en su especie. Mucho más cerca del homenaje a un Shaft por múltiples veces referenciado que a una representación fidedigna de cada uno de los personajes de cómic que presenta, forma una dupla involuntaria con la ‘The Get Down’ también de Netflix como los representantes del ‘blaxploitation’ en el año 2016.
Desde la acústica, tomada directamente del Motown que bañaba cada una de las series ochenteras en las que se inspira y aderezada con el gansta rap de los noventa que culmina con la aparición de Method Man en la propia serie, hasta la paleta cromática de la misma, donde los actores caucásicos son secundarios y todo se representa a través de la mirada del ciudadano afroamericano. Tras años de personajes blancos, era el momento de hacer uno negro como este fue concebido, como alguien que lucha por su gente sin necesidad de llevar una máscara porque no hay mayor símbolo que le represente que la gente de Harlem. Luke Cage no es más que un ciudadano, no un héroe, que hace lo que es correcto porque es lo que toca y sin dejar que su pasado le lastre.
Puede que no haya sido el mejor producto de Marvel que Netflix lanza al mercado, especialmente porque sus villanos están varios pasos atrás con respecto a los de ‘Daredevil’ y ‘Jessica Jones’ – la sombra de Wilson Fisk y Kilgrave es muy alargada – faltándoles motivación como Cottonmouth (Mahershala Ali) o sobrándoles caracterización como Diamondback (Erik LaRay Harvey), pero eso no significa que no sea uno perfectamente sólido y muy disfrutable si se le otorga algo más de paciencia de lo normal. Su trío protagonista completado por Claire Temple (Rosario Dawson) funciona como una máquina de relojería en la que el carisma e interpretación de Colter aguanta todo lo que se le eche, como su propio personaje, y hace que el espectador se alinee perfectamente con su posición creando un vínculo muy sólido con Luke Cage. Y a pesar de no ser un hombre de muchas palabras, tiene mucho que decir.
Siempre hacia delante.
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