Liv Moore (Rose McIver) no va a tener por qué ponerse siempre en el papel de la víctima en cada asesinato de la semana, menos aún cuando los tres cadáveres de esta ocasión aparecen decapitados dejando cero opciones de obtener su materia gris como fuente de sustento. Pero por suerte siempre hay alguna joven que no ha sabido levantar la mirada de su teléfono y es arrollada por un autobús a mano.
La guerra se avecina en Seattle. El Sr. Boss (Eddie Jemison) gobierna con puño de hierro los bajos fondos de la ciudad, pero la amenaza de los zombies es una que no es capaz de prever. También es verdad que nadie se esperaría que enviando a tres matones bien armados a por un fiscal del distrito que te está poniendo contra las cuerdas uno se quedaría corto. Pero en una ciudad en la que cualquiera puede tener una bestia que se alimenta de cerebros dentro y pasar por un ciudadano corriente, todas las precauciones son pocas.
Este es un cuento que se podía aplicar la propia Liv, ya que su necesidad de confraternizar con algún congénere le está llevando a tomar cada vez peores decisiones en cuanto a hombres se refiere. Había esquivado la bala de volver con Major Lilywhite (Robert Buckley), que cada vez está más metido en el pozo que es seguir órdenes del presidente de Max Rager en su cruzada matazombies; pero ahora se mete en el fregado de salir con Drake (Greg Finley), el enésimo lacayo del nefario Blaine (David Anders), al que al igual que su jefe hemos sabido sacar aprecio sin embargo.
Porque nosotros entendemos a Blaine más que a nadie. Es un mezquino traficante de drogas que ha tenido que ver cómo su imperio de tráfico de cerebros caía por su propio peso, pero solo hace lo que mejor sabe para sobrevivir en un mundo con cada vez más no-muertos caminando entre los vivos, ¿quién no va a sentirse identificado con él? Por eso no ha sorprendido a nadie la revelación que nos dice que él es el que está comercializando la nueva versión del Utopium, muy extendida entre los mismos jóvenes que Liv tiene que utilizar como alimento en sustitución de las víctimas de homicidio.
Lo que si nos aporta es una nueva dimensión a ese encuentro entre Blaine y el Sr. Boss, en el que este último le imponía unos intereses abusivos por esa remesa que convirtió a la fiesta del barco en un espectáculo dantesco, no sabemos si por su forma de hacer negocios habitual o porque ya sospecha que delante de si tiene a su más ferviente competidor en el negocio del tráfico de drogas en el estado de Washington. Lo que si sabemos es que el número de villanos de esta serie se multiplica y Liv todavía tiene una idea muy limitada de qué tiene entre manos, aunque tiene el buen instinto de nunca confiar en Blaine.
¿Cómo reaccionará ante la noticia de que Major es el asesino de zombies enmascarado en homicida de millonarios? Al menos su actual ‘modus operandi’ ya no incluye el acuchillamiento sino la congelación, al estilo Walt Disney, por si en algún momento aparece una cura contra el patógeno que provoca la zombificación. Aunque seguir bajo las órdenes del dueño de Max Rager sigue siendo un muy mal negocio, especialmente para aquellos que intentan trollearle en Twitter y todas las redes sociales.
Recordad chicos, en internet nadie sabe que eres un zombie.