Ha llegado el momento. El crossover entre How To Get Away With Murder y Scandal. Llevamos ya un tiempo deseando ver a Olivia Pope (Kerry Washington) y Annalise Keating (Viola Davis) juntas en acción, y la espera ha valido la pena. Como diría la madre de Annalise (Cicely Tyson): thank God for you both.
Este jueves, los seguidores de ambas series han tenido doble ración de mujeres poderosas. Keating aparece en Scandal y, a modo de «segunda entrega», Pope devuelve el favor en la serie que aquí comentamos. Si este no es el capítulo más intenso de la temporada (y de la historia) de How To Get Away With Murder, como mínimo se merece el segundo puesto (no nos olvidamos del momento ascensor) y el oro en emotividad y ponernos los pelos de punta.
Prácticamente todo el capítulo trata sobre la demanda colectiva que cuestiona el funcionamiento del sistema norteamericano de justicia, liderada por Annalise, quien acude a Olivia Pope para que le ayude a preparar su caso antes de comparecer ante el Tribunal Supremo. Todas las escenas que comparten están llenas de diálogos al más puro estilo Shondaland y de fuerzas que se van alternando pero, en ningún caso, disminuyendo.
La madre de Annalise también visita a la abogada para observar cómo su hija defiende los derechos civiles en el Tribunal Supremo. Olivia Pope se presenta y ambas comparten un par de escenas de lo más tiernas.
La vida de Keating se caracteriza por estar llena de trabas a las que ella debe sobreponerse, ahora, además, sin ayuda del alcohol. No iba a ser menos en el momento más importante de toda su carrera profesional. Minutos antes de arrancar la presentación de su caso, Annalise recibe la llamada de Jacqueline (Kathryn Erbe), la exmujer de Isaac (Jimmy Smits), quien le dice que Isaac ha tenido una sobredosis y que ha sido, cómo no, culpa de la abogada, que todo lo que toca lo pudre.
Annalise tiene un bajón importante y pide un poco de vodka para poder seguir adelante. Olivia le dice a Michaela que se lo traiga pero, mientras esperan a que llegue la bebida, usa su don de las palabras con la abogada, quien finalmente hace un acopio de valor y se levanta. Ambas intercambian un par de «okays» y Annalise entra en la sala del Tribunal Supremo dispuesta a comerse el mundo. La primera parte de su intervención se ve bastante atacada por uno de los jueces, que dice que si cree que el racismo es la base del caso, debería haber apelado a otro tipo de denuncia. Annalise reserva el tiempo que le queda para mandar a Michaela y a Marcus (Cornelius Smith Jr.) a buscar una información.
En su intervención final, Annalise repite palabra por palabra una sentencia del juez que no quería reconocer la legitimidad de su caso, en la que el juez dice que el racismo forma parte del sistema y no se puede eludir o pasar por alto. En un discurso que apela a la épica, Annalise es contundente y firme en sus argumentos, mientras planos de reacción de muchos de nuestros protagonistas se mezclan en pantalla (¿con alguna lagrimilla nuestra?).
Finalmente Annalise y la fiscal responden a preguntas en las escaleras del edificio del Tribunal y, tras despedirse de Olivia Pope (ojalá no para siempre), Keating recibe una llamada. Es Bonnie (Liza Weil). Simon (Behzad Dabu) está despierto.
Sacando un poco la cabeza del agujero de la demanda, hay dos tramas más que tienen un sutil protagonismo durante el capítulo. Frank (Charlie Weber) intenta descubrir si Wes (Alfred Enoch) aceptó el dinero que la madre de Laurel (Karla Souza) le ofreció. Encuentra un pendrive donde hay una llamada entre ésta y Wes, y se lo enseña a Laurel, quien escucha anonadada. Además, Michaela tiene un lío con Marcus. Sus amigos lo notan en cuanto ambos llegan juntos al Tribunal Supremo y ella les pide que no le digan nada a Asher (Marr McGorry). Oh-oh…
¿Qué os ha parecido este capítulo? ¿Os ha gustado el crossover? Si habéis visto el de Scandal, ¿cuál os ha gustado más?
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