Cada capítulo estaban más cerca de demostrar cuánto de “crazy” tiene ‘Crazy Ex-Girlfriend’, pero esta semana, con el que quizás sea el mejor capítulo hasta el momento de la serie, lo hacen. Rebecca (Rachel Bloom) ya no está loca ni locamente enamorada en secreto, y es algo a lo que tendremos que acostumbrarnos.
Desde el viaje a la playa (ese en el que ni siquiera vimos la playa), el ritmo de ‘Crazy Ex’ ha cambiado de forma extraordinaria, tornándose oscuro y desigual, como el mundo interior de Becks, que está desmoronándose pieza a pieza. Cada triunfo personal con Josh (Vincent Rodriguez III) se ha complementado con un ataque de ansiedad o un dilema que resolver, la acción siempre continuando, con una falsa sensación de resolución. Cada momento tierno con el interés amoroso lleva a una felicidad máxima en nuestra protagonista que sólo puede caer por un problema igual de intenso pero en la otra dirección, y así siempre: arriba y abajo. Es así como hemos conocido a Rebecca y es como sobrevive – en movimiento, en sus películas mentales, con un nuevo plan que POR FIN le juntará con Josh. Sin embargo ahora todo empieza a ser real y es imposible de controlar, y es ‘Crazy Ex’ en esencia.
No ha habido un capítulo más introspectivo que este a lo largo de la temporada, pero es que hasta hace poco ni siquiera la propia Becks podía confesar su amor por Josh, ni siquiera a su mejor amiga (Donna Lynne Chapman). Hasta los números musicales se tornan más oscuros de lo normal, y llevan mucho del peso del capítulo, lo cual llevaban un par de semanas sin hacer. En el piloto de la serie ya se sabía que Rebecca tenía problemas psicológicos con los que debía lidiar, y entre canción divertida y sonrisita intercambiada con Josh Chan se nos olvidaba, pero con las canciones de esta semana volvemos a explorar la inestabilidad emocional de la protagonista. Deberíamos hablar de “You Stupid Bitch” largo y tendido, pero si eso más tarde.
Primero, hablemos de la trama principal de esta semana, ese momento tan ‘millenial’, tan mítico ya en nuestra cultura tecnológica: mandar el mensaje a la persona equivocada. Tenía que pasar justo cuando Rebecca decide ser honesta consigo misma y Paula, y según escribe ese mensaje lleno de emoticonos y detalles lo sabemos todos, va a llegar de alguna manera a Josh. Es el típico momento de serie de televisión, ¿no? En su momento fue el dejar un mensaje incómodo en el contestador del chico que te gustaba, y los personajes conseguían borrar el contenido de la cinta de casette de la ya anticuada máquina. Pero hoy en día la suerte que tiene Rebecca de que Josh se haya dejado el móvil y que ella lo SEPA es impresionante. Tanto que algo tenía que salir mal. Porque el universo entero no para de decirle que es momento de sincerarse por fin. Este hubiese sido un momento ideal, pero habiendo una posible solución, al menos había que intentarlo. Porque… ¿había que intentarlo, verdad? ¿Ha cruzado el umbral de “una tía un poco rara” a “’tas pasao”? O sea, entrar en casa de alguien de manera ilegal, hacker su móvil y borrar un mensaje es todo muy ilegal, ¿no?
Ayudada por el equipo de profesionales de la ley, Rebecca rompe no sabemos cuántas leyes, pero oye, todo con música de fondo. Se adentra en la casa de Josh y Valencia (Gabrielle Ruiz) con un par de narices y con una ópera rock de fondo mientras cava más adentro en su agujero de miseria personal. Necesita hasta un momento para recomponerse y pensar en una excusa posible para salir de la embarazosa (y RARÍSIMA) situación en la que se encuentra cuando Josh abre la puerta y la ve ahí. No hay mayor señal que esta, cualquier cosa que dijera a partir de aquí estaría creando una nueva red de mentiras que no la beneficiaría en absoluto, y Josh, por muy tontito y mono que parezca no se lo debe de creer en ningún momento. Debemos de pensar ahora que Josh conecta con Becks a un nivel muy especial y le perdona muchas de sus… excentricidades, pero ha llegado el momento en el que la verdad tiene que salir a la luz del todo para que Rebecca pueda sobrevivir.
Estamos tan acostumbrados a que Josh todo le parezca tan bien y normal que ese “Y no quiero qué me digas que hacías realmente en mi apartamento” es como una puñalada. Pero es que el chico le ha acompañado a casa para arreglar su ventana, después de llamar a la policía y encontrarse a esta chica en SU CASA. Su bondad tiene límites, y un par de momentos entrañables incluyendo la explicación de lo que es una fondue no pueden cubrir el nivel de locura que demuestra la piedra causante del destrozo. Aquí se cae todo, y con una lámpara hecha de cristales rotos detrás suyo, Rebecca nos canta sus penas, y duele. Duele porque la tristeza que ella siente proviene de que ha conseguido incomodar a la única persona a la que quiere tener en su vida, pero también porque es la canción que suena en nuestras cabezas cada vez que hacemos algo reprochable, y si somos como Rebecca nos pasará a menudo y el público de nuestra mente sabe lo que esperarse.
Paula es la mejor amiga del mundo y aunque ya lo sabíamos, esta semana consigue coronarse porque arregla (de manera temporal) los problemas de Becks mientras salva su propio matrimonio, regalándonos una subtrama romántica digna del capítulo tan lleno de desamor (propio, sobre todo). Está bien saber que esta mujer va a estar ahí para recoger a Rebecca cuando todo llegue a ser demasiado, pero esperemos que su bondad se vuelva más práctica – ayudar a su amiga con todos los alocados planes que se le ocurran no siempre son la mejor idea.
¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Hablamos de Greg (Santino Fontana), o es demasiado doloroso? Debemos comentar.
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